miércoles, 6 de enero de 2010

José, Pepe el Barquero



José nació en Barbate, a orillas del Atlántico, en una antigua y humilde casa de pescadores encalada de blanco, aunque los embates del tiempo tenían la pintura que cubrían las paredes cascarilladas, dejando entrever la madera de la que estaba fabricada. Como esa casa se sentía José con el transcurrir de los años, lleno de melancolía y añoranza de tiempos pasados.

José o Pepe el Barquero, como lo conocían en Barbate, ese hombre rudo y curtido por la mar, salía a faenar al atardecer y regresaba al salir el sol. Veía como lo que el hombre moderno llamaba progreso, transformaba su pueblo trayendo pobreza, droga y alejamiento de los pocos recursos que quedaban por explotar en el mar. Aún ganando poco, el salía todos los días a pescar en su pequeña embarcación. Amaba el mar y la vida de pescador, sentir la brisa en su rostro, el olor del agua salada y de los frutos recién cogidos del huerto marino que hacia suyos con sólo extender sus redes. Disfrutaba viendo nacer el sol del mar al amanecer y como lentamente al caer el día se sumergía apagando sus rayos, en las profundidades más inhóspitas del horizonte, para retornar nuevamente día tras día.

A Pepe el Barquero, le hubiese gustado transmitir sus conocimientos a sus hijos, pero Estrella su mujer, murió junto a su primogénito al dar a luz. Eran tiempos difíciles y los medios escasos, como en toda postguerra. No se volvió a casar. Siempre llevó dentro de sí el amor y el recuerdo de Estrella. Con el tiempo en su corazón descubrió otro amor que siempre estuvo allí, el mar. La forma en que las olas mecían su barco, el sonido del agua chocando contra el casco, la brisa, el azul del cielo, todo le recordaba a Estrella, haciéndola sentir muy cerca, muy viva. Estrella y el mar, el mar y Estrella, como si fueran una.

Cierto día en que se hallaba faenando, un pensamiento se plantó en su mente y comenzó a hechar raíces, tenía que darle forma a ese sentimiento que brotaba en su interior, esa necesidad que había permanecido aletargada como una semilla, ahora resurgía con gran ímpetu, transmitir sus conocimientos a cerca del mar a sus hijos, sólo que el carecía de ellos y todo lo que el podía enseñar, se perdería irremediablemente. Como cuando el brote emerge de la tierra y ve por primera vez la luz, así fue la idea de Pepe el Barquero, estaba decidido a tener un hijo que transmitiera sus conocimientos a todo aquel que quisiera aprender de el, un hijo que nacería de su puño y letra, palabra por palabra, a través de un libro: “De mi Estrella a la Mar”

2 comentarios:

Jose Carlos dijo...

Siempre es bueno volver a lo que uno realmente le gusta, y si es para practicar lo que se va aprendiendo mejor. Particularmente echo a faltar la frescura de otros articulos tuyos aunque la precisión con que cuentas lo que quieres ha mejorado mucho. Animo seguro que en el proximo relato breve éspero leer la primera parte de las experiencias del barquero.
Un beso. Jose

moi dijo...

ME HA GUSTADO TU BLOG SE VE QUE TIENES MUCHO QUE DAR, SOLO HACE FALTA QUE TUVIESES UN POCO DE PAZ EN TU QUEHACER DIARIO PARA SACAR TODO LO QUE LLEVAS DENTRO, QUE NO ES POCO, ANIMO QUE TODO LLEGA.