miércoles, 16 de julio de 2008

'Gracias, Pablo'


Desde que nació hace unos cinco años aproximadamente, en ocasiones cuando la ruta que siguen mis pasos, me acercan al Hospital, acudo a visitar a un “bebe” hijo de unos amigos y digo “bebe” por que para mi Pablo, siempre lo será, desde el día en que lo vi tan pequeñito, en aquella incubadora, tan tierno y a la vez tan desvalido…allí en esa pecera de cristal ,como si de un pececillo se tratara... sin poder abrazarlo, tocarlo directamente y sin que sus padres le proporcionaran toda la ternura que sólo una madre o un padre le pueda dar a un hijo, puesto que al sacarlo de esa “pecera”, hubiese entrañado un grave peligro para el de subsistencia.

¿Por qué sólo te permiten verlo a determinadas horas? ¿Cómo no se puede estar con ese ser que has llevado en tu vientre, en esos momentos tan cruciales? Si esta demostrado científicamente, que un bebe prematuro se recupera antes con el contacto, con las caricias y yo incluiría con la sensación de sentirse acompañado, de tener alguien al lado que lo haga sentir que no esta solo, de percibir amor... ¿porqué cuando lo comentas con los profesionales te dicen que una cosa es la teoría y otra es la práctica? ¿De que nos sirve tanta teoría si no la aplicamos? Podemos ser “números” en esta sociedad, pero… ¿hasta cuando? ¿En que momento vamos a empezar a discernir la burocracia tal cual, separandola de los valores y principios humanos?

Cuantos enfermos mejorarían e incluso sanarían (aunque sólo fuese su alma), sintiéndose atendidos, escuchados, acompañados…

Que reconfortante es en algunos momentos, que alguien estreche una mano… diga una frase de consuelo, una palabra bonita…

En las ocasiones que he tenido la oportunidad de visitar a Pablo, siempre he aprendido algo, bien a través de los cristales o cuando me lo han permitido sus padres o el personal, estando a su lado directamente.

Pablo… es el fruto del amor de sus padres (dos seres maravillosos) y las negligencias o el destino se han encargado de que tras cinco años, él se encuentre en la U.C.I., en coma.

Al verlo se siente impotencia, rabia, dolor… pero, por otro lado una bofetada te da de lleno en la cara y te sacude, haciéndote ver lo que es la vida. Ante esta situación como en otras, caben dos opciones:

- Rebelarse, compadecerse y lamentarse.


- La otra es darle todo el amor y tratarlo como a un niño normal, por que al fin y al cabo es eso un niño, un bebe… y es muy curioso pero las emociones se transmiten por muy sutiles que sean.


Recuerdo cierto día que fui a visitarlo… allí al fondo divisé un “bebe” con su madre, este tenía una tetraplejía, la escena que contemple fue sumamente enternecedora y una lección de vida, su mamá lo besaba y le daba tanta ternura…con los arrumacos que le hacía… que en su carita la felicidad era desbordante ¡Que plenitud y que dicha! El amor, la ternura que esa madre prodigaba a su hijo, se derramaba a raudales y si a mi me llegó, que estaba siendo una mera observadora tras los cristales, que beneficios tan extraordinarios a través de los sentimientos estarían haciendo brotar en su hijo, en tan solo el tiempo que la visita le permitía, estar junto a el.

En aquel momento me pregunté y ahora pregunto:


- ¿Cuántos de nosotros seriamos capaces de obrar como esa madre?

Lo fácil es rebelarse, compadecerse de uno mismo, pero hay que tener agallas, para dejar el egoísmo, dejar las lamentaciones y entregarse desde lo más hondo del corazón, a la vida, haciendo brotar el amor y entregándolo con todas sus bendiciones.

Gracias Pablo, por hacerme ver tantas cosas, en tan poco tiempo, esta es sólo una de ellas.

Gracias a tus padres, por ser como son y por tener un hijo tan especial.

Gracias a esa madre y su hijo, por demostrar tanto amor.

Gracias a Dios o al destino, por llevarme a visitar a Pablo y hacerme participe de tantas cosas.

Desearía que desde aquí, Pablo les haga ver la vida desde otra perspectiva, como a mi me la hizo ver en su momento.

Aunque en mi camino, se han cruzado muchos seres especiales con mayor o menor fortuna, sobre todo niños, tal vez la mayoría de ellos lleguen a ser hombres y mujeres el día de mañana (de hecho algunos de ellos ya lo son o están en el periodo de la adolescencia), pero sobre todo, hay que tener una cosa en cuenta:


"Todos cumplimos una misión en esta vida, aunque a veces una venda haga que no veamos la utilidad de cada situación"

Gracias a todos ellos, porque me han hecho ver lo humana que soy. Muchas gracias.

domingo, 6 de julio de 2008

'Enfrentandonos a nuestro Toro personal'


¿Qué ocurre cuando nos enamoramos?

Es… como si un duendecillo travieso entrara dentro de nosotros, invadiendo todo con su magia, inundando nuestros sentidos, haciendo que veamos solamente lo que deseamos ver.

A la vez nuestro niño interior, empieza a enviarnos mensajes, diciéndonos:

- ¡Oye! ¡Para un poco y héchame cuenta! ¿no ves que si continuas, existen todos estos problemas?

Y nosotros como adultos que somos, inmediatamente lo mandamos callar:

- ¿Qué sabrá este mocoso lo que me conviene? – pensamos cegados por esa venda imaginaria y la vez mágica que el duendecillo nos ha regalado, para taparnos los ojos del alma…

En otras ocasiones, el duendecillo, quiere que contemos nuestros sentimientos y nos dice:

- Dile lo que sientes, que no puedes dormir pensando en su persona… no te calles y cuéntale que tu corazón se pararía de dolor si la/lo perdieras, sincérate y háblale de tu amor.

Pero el niño interior, por otro lado nos da sus indicaciones:

- ¿Cómo? ¿Estas loc@?, ni se te ocurra desvelar tus sentimientos o todo se irá al traste.

Cuando estos, el niño interior y el duende, se encuentran e inician un diálogo mutuo, la batalla se desata, en esas circunstancias, es cuando se recurre a las amistades, hermanos, padres, psicólogos… dependiendo de cada persona. Y estos, dependiendo del grado en que se manifiesten en ellos el duendecillo o el niño interior, nos darán su propia opinión, por que sin lugar a dudas, el adulto que somos está tan embriagado, que aún no llega a tener conciencia suficiente, como para tomar una decisión. Y sin embargo... ¿quién es lo suficientemente objetivo, si cada uno tiene una perspectiva distinta según su ángulo de visión?



Pero… ¿Cuáles son los problemas?

Evidentemente, “los miedos” que todos tenemos, tal vez condicionados por experiencias anteriores o el no habernos enfrentado con anterioridad a esta situación, lo que hace que no sepamos como actuar.

Se puede optar por dos decisiones:

a) No enfrentarnos a esta situación, porque el niño interior nos diga:


- ¿Merece la pena? Piénsalo bien… - y nos ofrece toda una lista de razones o excusas.

b) Cogemos el toro por los cuernos, como se suele decir en mi tierra y nos lanzamos al ruedo.


Esta claro, que en una corrida te puede coger el toro, pero si nos paramos a pensar, la mayoría de las veces es el torero el que sale victorioso. Es evidente, que en ese momento esto se tiende a ignorar… sobre todo al estar solos, en medio de la plaza… enfrentándonos a todos nuestros miedos y cuando uno esta delante de ellos, vienen a ser como un toro de 500 Kg., mirándote fijamente a los ojos… transmitiéndote que la lucha va a comenzar, que lo pienses bien y lo dejes salir por la puerta del burladero por donde llegó… Algo en nuestro interior, nos incita a continuar y al primer pase de pecho, el valor nos va inundando y cuando frente a frente miramos a ese miedo, sentimos el silencio que nos rodea… la tensión que nos circunda… y cuando esa barrera cae, tenemos el valor suficiente como para darnos la vuelta, dándole la espalda, vencedores… de repente el silencio se rompe y en la plaza se oye un olé, que nos eleva el alma y decidimos continuar, porque la adrenalina que circula por todo nuestro organismo, nos da la fuerza necesaria para acabar la faena y salir victoriosos de la plaza e incluso si se nos da bien la tarde puede que salgamos por la puerta grande.

De la decisión que tomemos, dependerá nuestro futuro y nuestra felicidad.

A veces, un tiempo de reflexión no viene mal, pero cuando se trata de amor, existen dos partes y la contraria también libra su batalla con su duende y su niño interior.

Cuando nos enfrentamos a nuestros miedos y salimos victoriosos, es el adulto el que entra en acción y tanto el duendecillo, como el niño interior, se desvanecen al llegar a un equilibrio.


Orden de reparto según Sigmund Freud:

Adulto……………... Yo
Duendecillo…….... Ello o Id
Niño Interior……. Superyo, Super-Ego, conocido también por Ego
Toro……………...... Nuestros miedos