sábado, 30 de enero de 2010

'Vías Paralelas'


Como dos vías paralelas, que ancladas a tierra no van a ninguna parte, sobre esos mismos raíles se puede viajar muy lejos. Viviendo sensaciones que la vista nos invita a sentir, en lo más profundo del ser… nubes de pájaros estáticos sostenidos en el aire… tractores surcando la tierra, dejando tras de si, un fino velo de arcilla en el aire… curvas con cruces floridas, en los que un señor de espaldas espera ¿tal vez que alguien lo lleve? Para todos al final de ese viaje se yergue una luz, haciendo que esas vías paralelas, se crucen en el infinito.

viernes, 22 de enero de 2010

"Aram y el Ojepse"



Aram es una joven estudiante de la tribu de los Sonamuh. Desde hace tiempo, cada vez que mira a través del Ojepse o ventana mágica que hay en su cuarto, le asaltan algunas preguntas ante las que no encuentra respuesta alguna.
Al salir de clase, se dirigió al Templo de los Sesoid, para hablar de estos interrogantes con el Ejnom Solrac, al que conocía desde pequeña y al que cariñosamente llamaba Erdap.
- Saludos, Ejnom Solrac.
- Saludos, Aram. Pasa y siéntate–, le dijo inclinando hacia delante la cabeza, con la palma de su mano le indicó unos cojines que se hallaban en el suelo invitándola a sentarse - Cuéntame, ¿qué te trae por aquí?
Aram se acomodo en un cojín con bordados dorados, arrodillándose relajadamente con la espalda erguida. Sus manos una sobre la otra formando un doble cuenco hacia arriba, se posaban delicadamente sobre sus piernas.
- Erdap, tengo un problema con el Ojepse de mi cuarto, cada vez que miro en el, me encuentro con un ser que conoce muy bien mis sentimientos.
- Y ¿como te lo demuestra Aram?
- Pues…si mis ojos están alegres, los suyos lo están, si los míos están tristes, su mirada refleja mi tristeza. Si lloro, ese ser también lo hace. Cuando río, bailo o canto, siempre está ahí acompañándome. Pero aún sabiendo que comprende mis sentimientos, presiento que se encuentra atrapado en un mundo del que quisiera salir.
-Verás Aram – tras un corto silencio continuo Erdap- lo que ves en tu Ojepse, no es sino el reflejo de tu alma, eres tu. Lo mismo que tu alma te conoce a ti, debes aprender a conocerla a ella y cuando lo consigas, ya nunca más se sentirá atrapada, será libre. Eso si, cuando eso suceda jamás la verás a través de tu Ojepse, porque estará dentro de ti y a la vez tú serás el reflejo de ella. ¿Has entendido?
-Si, Erdap. Gracias- contesto levantándose.
-Ahora Aram, ve en Paz.
Ambos se despidieron con una inclinación de cabeza.
Al salir del Templo de los Sesoid, la joven sabía que el camino que recorrer sería largo, pero el esfuerzo merecería la pena. Al final del trayecto le aguardaba el reencuentro consigo misma.
Aram es Mara
Sonamuh , Humanos
Ojepse, Espejo
Sesoid, Dioses
Ejnom Solrac, Monje Carlos
Erdap, Padre

miércoles, 6 de enero de 2010

José, Pepe el Barquero



José nació en Barbate, a orillas del Atlántico, en una antigua y humilde casa de pescadores encalada de blanco, aunque los embates del tiempo tenían la pintura que cubrían las paredes cascarilladas, dejando entrever la madera de la que estaba fabricada. Como esa casa se sentía José con el transcurrir de los años, lleno de melancolía y añoranza de tiempos pasados.

José o Pepe el Barquero, como lo conocían en Barbate, ese hombre rudo y curtido por la mar, salía a faenar al atardecer y regresaba al salir el sol. Veía como lo que el hombre moderno llamaba progreso, transformaba su pueblo trayendo pobreza, droga y alejamiento de los pocos recursos que quedaban por explotar en el mar. Aún ganando poco, el salía todos los días a pescar en su pequeña embarcación. Amaba el mar y la vida de pescador, sentir la brisa en su rostro, el olor del agua salada y de los frutos recién cogidos del huerto marino que hacia suyos con sólo extender sus redes. Disfrutaba viendo nacer el sol del mar al amanecer y como lentamente al caer el día se sumergía apagando sus rayos, en las profundidades más inhóspitas del horizonte, para retornar nuevamente día tras día.

A Pepe el Barquero, le hubiese gustado transmitir sus conocimientos a sus hijos, pero Estrella su mujer, murió junto a su primogénito al dar a luz. Eran tiempos difíciles y los medios escasos, como en toda postguerra. No se volvió a casar. Siempre llevó dentro de sí el amor y el recuerdo de Estrella. Con el tiempo en su corazón descubrió otro amor que siempre estuvo allí, el mar. La forma en que las olas mecían su barco, el sonido del agua chocando contra el casco, la brisa, el azul del cielo, todo le recordaba a Estrella, haciéndola sentir muy cerca, muy viva. Estrella y el mar, el mar y Estrella, como si fueran una.

Cierto día en que se hallaba faenando, un pensamiento se plantó en su mente y comenzó a hechar raíces, tenía que darle forma a ese sentimiento que brotaba en su interior, esa necesidad que había permanecido aletargada como una semilla, ahora resurgía con gran ímpetu, transmitir sus conocimientos a cerca del mar a sus hijos, sólo que el carecía de ellos y todo lo que el podía enseñar, se perdería irremediablemente. Como cuando el brote emerge de la tierra y ve por primera vez la luz, así fue la idea de Pepe el Barquero, estaba decidido a tener un hijo que transmitiera sus conocimientos a todo aquel que quisiera aprender de el, un hijo que nacería de su puño y letra, palabra por palabra, a través de un libro: “De mi Estrella a la Mar”